El papel de la mujer en la Época Georgiana

¿Qué tan natural se nos hacen algunas actividades como votar, trabajar o ser las que generalmente tienen el control del hogar?
Esto hubiera sonado como charlatanería o como un sueño para una mujer viviendo en la Era Georgiana en Inglaterra. 
Al hombre georgiano sólo le interesaban 2 cosas: que su mujer no le hiciese pasar vergüenza ante la sociedad, y que le proporcionara un hijo varón al cual dejar su legado. En sí, eran raras las ocasiones en las que la unión matrimonial no era más que un acuerdo entre desconocidos en el que cada uno vivía su propia vida aparte del otro. Las incidencias de adulterio y violencia familiar eran vistas con tanta normalidad que fácilmente se obviaban con grandes festines y reuniones en donde se mostraban los más ostentuosos vestidos y joyas.
Ser una mujer en esos tiempos no era nada fácil. Para describir la confusión de sensaciones que tenían las mujeres de esa época, nos podemos fijar en un ejemplo de una carta de la escritora Jane Austen, en agosto de 1796 en Londres, (“Aquí estoy una vez más en esta escena de disipación y vicio, y ya comienzo a ver mis morales corrompidas”). 

Jane Austen nos cuenta en libros como Orgullo y Prejuicio, Sentido y Sensibilidad, Emma y otros, relatos de mujeres inconformes con la manera en la que eran tratadas y en búsqueda siempre de alguien que de verdad las amase, de una felicidad dramáticamente difícil de alcanzar. Las mujeres eran excluídas de la educación en los colegios y pasaban a ser instruídas por tutores o sus madres en la casa en artes que parecían hobbies, como música, idiomas y pintura. Para confrontar los problemas que tenían en el hogar y las discriminaciones sociales que tenian en cuanto a cosas como participación política, lo usual era que se desbocaban en lo único que les quedaba: el mantener un papel atractivo ante la sociedad. Para esto ofrecían grandes festines y reuniones, cualquier excusa para reunir personas y dar cuenta de lo exhuberante que eran sus vidas. Vestían en creaciones imposibles de ponerse y quitarse, la comida y bebida eran interminables y hablaban de temas culturales pero al mismo tiempo podían deleitarse con una buena pieza de piano. Esta vida, a los ojos de ahora, nos puede parecer monótona, aburrida y sin sentido; tal vez ésta sea una de las razones por las que muchas de ellas también recurrían a diversiones con amantes o incluso suicidios, ya que no se hallaban comprendidas ni tomadas en serio por nadie. Se puede aprender de ellas la increíble fortaleza que mantenían frente a la vida pública, sin importar la inmensa presión que pudiesen estar viviendo en su hogar.

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